Michael Phelps no me conoce personalmente. Durante los Juegos Olímpicos de Pekín, uno de los días que salíamos de la piscina coincidimos en el mismo autobús y tuve el atrevimiento de pedirle que me firmara dos gorros para mi hija, Harley, y para mi hijo, Cobi. Él, muy amable, accedió. Después, me sentí increíblemente orgulloso. Nunca pensé que conseguir el autógrafo de un nadador llegaría a impactarme tanto. Tampoco imaginé a un nadador como Phelps.
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